Esta es la historia de un hombre que estaba cansado de llorar. Miró a su alrededor y vio que tenía delante de sus ojos la felicidad. Estiró la mano y quería cogerla. La felicidad era una flor. La cogió. Y nada más tenerla en su mano, la flor ya se marchitó. La felicidad era un rayo de sol. Levantó sus ojos para calentar su cara y en seguida una nube lo apagó. La felicidad era una guitarra. La acarició con sus dedos, las cuerdas desafinaron. Cuando al atardecer volvía a casa, el hombre seguía llorando.
A la mañana siguiente seguía buscando la felicidad. Junto al camino había un niño que lloriqueaba. Para tranquilizarlo cogió una flor y se la dio. La fragancia de la flor perfumó a los dos y el niño sonrió. Una pobre mujer temblaba de frío, cubierta con sus harapos. La llevó hasta el sol y la mujer sintió calor y sonrió. Un grupo de niños cantaba. Él les acompañó con su guitarra. También él se deleitó con la melodía. Ya al volver a casa de noche, el buen hombre sonreía. Había encontrado la felicidad.
Moraleja: si quieres ser feliz, haz felices a los demás.
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